A los siete años, mientras jugaba en patio de mi casa ,vi unas chicas que pasaron montando a caballo y, al día siguiente las vi saltando. Me encantó, por eso convencí a mi madre de que me dejara ir a probar; pero en la hípica que estuve a lo largo de tres años, no llegué a saltar. Lo dejé, pero unos años después conocí a una persona a la que le encantaban los caballos: mi amiga Sara. Ella todos los días me hablaba de lo que hacían en su hípica, qué días iba, que la profe era muy buena y que había caballos y yeguas fantásticos, y poco a poco me empezó a gustar más,por eso le insistí a mi madre en probar en la hípica de mi amiga. La convencí, fui un día de prueba y me encantó, por eso decidí quedarme. Iba todos los miércoles, pero mi madre trabajaba y me tuve que cambiar a los jueves; al principio me daba mucha vergüenza, ya que no conocía a nadie, pero poco a poco se fueron acercando a mí.
Ahora sigo yendo y me llevo genial con ellos, ya he conseguido saltar un metro y, cuando tenga la oportunidad ,me examinaré para poder competir contra otros.
Anahí