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El fin de la operación.

-No sé yo, mi madre detesta a los ratones -dijo Bruno.- Además, seguro que me mata, a cabezota no le gana nadie, ni con sus teorías; a parte también debe estar como loca luego de ver tantos ratones.

-Tienes mucha razón -dijo mi abuela.- Mejor se lo decimos mañana.

Después de la escena, la abuela nos llevó a nuestra habitación. Cuando llegamos, la abuela nos puso en la mesa y directamente Bruno saltó y se empezó a zampar otro plátano; mientras tanto, la abuela y yo estábamos celebrando que todo salió bien.

Un rato después, nos fuimos a la cama porque ya era tarde. Al día siguiente, nos trajeron el desayuno, para Bruno y para mí, la abuela cogió un trozo de queso para cada uno y ella se tomó un café con unas galletas.

Más pronto nos dimos cuenta de que todas las ratas fueron ejecutadas, la abuela y yo saltamos de alegría al saber que el reinado de la gran bruja ya terminó. Después fuimos a buscar a los padres de Bruno. Esta vez empezamos por la biblioteca, hicimos bien, ahí estaban como la última vez. La abuela fuehaciae ellos y les dijo: “Ahora me dais la razón sobre lo que os conté de Bruno, pues aquí esta, dicho esto me voy”.

Mi abuela salió rápidamente de la biblioteca escuchando a la madre de Bruno: “¡Ayuda, ayuda!”.


Después subimos a la habitación para organizar diferentes actividades, debido que ahora soy un ratón. Decidimos ir a la playa, y nos tumbamos en una tumbona y nos quedamos dormidos mientras disfrutábamos del sol. Luego fuimos al comedor, a mí me sirvieron un bocata de queso que desde mi tamaño era enorme y mi abuela un cóctel de gambas. Todo estaba exquisito. Más tarde fuimos al pequeño gimnasio que había en el hotel. Fuimos a la cinta de correr, mientras que a mi abuela no le costaba mucho, con mi diminuto tamaño a mí me pasó lo contrario. En cinco minutos ya estaba cansado y decidí salir de la cinta. Me colé en el baño de hombres para darme una ducha, por suerte no había nadie. Cuando salí, mi abuela seguía corriendo; sinceramente, me pareció sorprendente que aguantara tanto. Después de una hora, ella también se duchó. Fui con mi abuela al masaje que encargó y nos relajamos los dos disfrutando de un zumo de naranja bien fresco que pedimos.

Como vimos que ya se hacía tarde, subimos a la habitación y la abuela me contó historias de brujas como hacíamos antes, lo echaba mucho de menos. Esta vez, lo que me sorprendió es que nosotros acabamos con la reina de todas ellas. De cena nos trajeron unos pinchos de queso y un filete empanado con patatas fritas. Después de ese atracón, nos fuimos a la cama esperando a ver qué nos depararía el día de mañana.


Mario 1º ESO B

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