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Mi batalla ratonil.

Miraba ansioso la situación, rogaba que todo saliera como la abuela y yo lo estábamos esperando. ¡Qué ganas de acabar con esas asquerosas brujas! - Abuela, están empezando a encoger- Le notifiqué con ansiedad. Observaba la situación asintiendo aunque algo no salió cómo esperábamos.

Cuando estaban empezando a encoger, comenzaron a hacer movimientos raros, parecidos a las convulsiones provocadas por un ataque al corazón. Resultó que algo había salido mal y, en vez de convertirse en ratones, se convirtieron en bichos raros, encorvados y peludos. ¡Daban mucho miedo! - Algo falló en la poción de la bruja -confirmó mi abuela. - Debe ser debido a sus genes, las dosis están preparadas para niños humanos, sin poderes; sin embargo, ellas tienen magia y eso controla la poción -añadí yo queriendo dar una hipótesis. Seguimos observando el escenario, era desgarrador; los bichos comenzaron a destrozar todo con sus largas uñas, no habían encogido mucho y por lo tanto eran del tamaño de una persona. Nosotros corrimos hacía la salida pero, por desgracia, la habían bloqueado. - ¿Qué hacemos, abuela? -pregunté yo con temor.

Aquello era lo más próximo a la muerte que había vivido. Ella no sabía que responder, miraba a todos los lados buscando una salida. Los monstruos empezaron a devorar a las personas, todo se llenó de sangre en un instante. Al mirar la habitación veías cuerpos a la mitad, y, en el rostro de cada uno se podía reflejar el sufrimiento del difunto.

Después de un rato, llegaron las fuerzas armadas. Les era imposible entrar y, por lo tanto, fueron a buscar la manera de derrumbar la puerta. Corrí de un lado a otro de la mano de mi abuela, gritándole y rogándole que se escondiera debajo de una mesa, pero era imposible, ella estaba completamente petrificada, ya ni entendía lo que le decía. En un instante volvió a observarme, con lágrimas en sus ojos. Al parecer, por fin me escuchaba pero no me entendía. -Mi querido nieto, la poción ha hecho efecto. Hablas como un ratón –me indicó entre lágrimas y gritos.

No me lo podía creer, después de todo yo no volvería a hablar con mi abuela. Yo ya no disfrutaría más momentos con ella. Eso si salíamos vivos de aquí.


Beatriz 1º ESO A

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