El final de las Brujas de Vicky.
- 1º ESO IES Pedra da Auga
- 9 mar 2021
- 2 Min. de lectura
—¿Esta mujer otra vez? ¡Voy a llamar a seguridad! Este no es mi hijo, le has puesto un altavoz o alguna brujería tuya a esa pobre rata. ¿Qué has hecho? —gritó el señor Jenkins, notablemente enfadado.
—Señor, yo solo deseo ayudarlo. Pero si no aceptas ni a tu propio hijo solo porque sea un ratón, pues buen padre no debes de ser —soltó mi abuela, a sorpresa del padre de Bruno.
—¿Cómo te atreves a opinar sobre mi rol de padre? ¡Fuera de aquí ahora mismo! Y, por favor, llévate a tus ratas a tu casa, que este es mi hotel.
—Señor —dije, a sorpresa del señor Jenkins —Mi abuela tiene razón. Cuando las brujas me transformaron a mí y a Bruno en ratones, nosotros ideamos un plan para que ellas también se convirtiesen en ratones. O sea, que esos ratones de allí son… las brujas.
El señor miró a Bruno y a mí y movió la cabeza negativamente. Parecía molesto por la situación. Mientras, la señora Jenkins seguía encima de una silla, muerta de miedo.
—Déjame ir contigo, papi —pidió Bruno, mirando a su padre fijamente.
—No me puedo creer que mi hijo sea una rata, tiene que haber una solución — respondió.
—Pero por lo menos no lo has perdido, señor, sigue siendo el mismo —dijo mi abuela —, solo con forma de roedor.
El señor Jenkins suspiró y le dejó a su hijo subir a su hombro; después, le dio un trozo de queso. Enseguida vinieron unos hombres que nunca he visto. Tenían un uniforme peculiar. Directamente empezaron a exterminar a las brujas convertidas en ratones y la señora Jenkins ponía una cara de alivio. Cuando acabaron con todas, salió de la silla y les dio las gracias. Directamente después, corrió a ver a Bruno, que seguía sobre el hombro de su padre, acabando el tercer trocito de queso.
—Tendré que quedarme contigo entonces, pequeñín —dijo cariñosamente, aunque creo que le costó.
—¿Segura que no hay ninguna solución? —preguntó desesperado el señor Jenkins.

—Sí, al menos que usted invente uno — dijo mi abuela.
—Pues muchas gracias y me voy de este maldito hotel —dijo el padre de Bruno, cogiendo a este del hombro y acompañado de su mujer.
—¿Qué hacemos nosotros, abuela? —pregunté, sabiendo que mi vida ya no sería igual.- No podré ir ni al colegio, ni al parque, ni agarrar un lápiz.
—Volver a casa.
Victoria 1º ESO A
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