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La gran traición.


Mi abuela en ese momento exclamó:

-¡Tengo una idea fantásticamente fantástica! Cogeremos a todas las brujas convertidas en ratones y las encerraremos en una habitación del hotel, para que no puedan escapar, y de ese modo, les propondremos un trato.

- ¿Y cuál será ese trato?- dije yo.

- Les diremos que les prepararemos una fórmula para que puedan volver a ser brujas.

- Abuela ¿no nos darán nada a cambio?- pregunté yo.

- Pues claro que sí. A eso estaba hasta que me interrumpiste -dijo mi abuela.- Les pediremos que nos hagan un pequeño favor, ¡no! mejor dicho -dijo mi abuela subiendo la voz- ¡un gran favor!.

-¿Y cuál será ese favor del que hablas abuela?-pregunté yo.

- ¡Pues les obligaremos a que sean nuestras guardaespaldas y que nos hagan fórmulas para convertirnos temporalmente en lo que queramos!

Cuando fuimos a hacer el trato con las brujas convertidas en ratones, nosotros le dimos la fórmula para que se pudieran volver a convertir en brujas, pero hubo un gran problema porque las brujas no cumplieron con su parte del trato. Pero mi abuela ya se lo esperaba; al fin y al cabo, tengan aspecto de ratón o tengan aspecto de brujas, las brujas serán siempre brujas.

- Lo sabía, siempre hacéis lo mismo, no sois nada respetuosas aunque yo eso ya me lo esperaba, así que como no es que sea muy apetecible estar al lado de unos ratones malolientes, me he tomado la molestia de preparar un frasco con el color de la fórmula que contenga agua y jabón, apestosas ratas, mejor dicho brujatas; ya sabes, brujas convertidas en ratas.

-Desde aquel día, mi abuela no volvió a ir a un hotel de Inglaterra cerca de la playa en el que hubiese reuniones grandes de gente.


Adrián 1º ESO B

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