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La respuesta.

-Es muy tarde, deberías ir a dormir... -cambia de tema la abuela. -Por favor, dímelo. -No hagas que me enfade, ve a dormir -le señala la puerta de su habitación. -Está bien... -dice el niño mientras se levanta y se dirige a su habitación. A la mañana siguiente, el niño se levanta a desayunar medio dormido pero se despierta del todo cuando huele a quemado. -¡Abuela, abuelaaa! -grita el niño a todo pulmón. -Sí, sí, estoy aquí -dice la abuela mientras aparta el humo que la tapa. -¿Que ha pasado? -pregunta el niño. -Se me han quemado las tostadas y he roto la tostadora -dice la abuela a punto de reírse. El niño notó que quería reírse y le preguntó: -¿Qué te hace gracia, abuela? -dijo el niño muy serio. -La vida es corta y hay que disfrutarla; además, estaba deseando que se rompiese esta vieja tostadora para reemplazarla por la nueva, voy a por ella -dice la abuela mientras va al armario del salón para coger la nueva tostadora. El niño se quedó tieso y no dijo nada, se sentó en la mesa esperando el desayuno. Acabaron de desayunar y el niño le preguntó: -Abuela, ¿por qué ayer no me quisiste decir cuantos años viven los ratones? Sé que no son muchos, pero los disfrutaré mientras esté contigo -le dice el niño mientras la abuela se levanta a poner las tazas en el lavavajillas. -Prefiero que vivas sin saber cuánto tiempo tienes de vida. Es como si te dicen: “dentro de dos años morirás” -la abuela se sienta con cara de tristeza. -¿Sabes qué? No me lo digas, pero no quiero que estes triste por eso, ¡lo que tenga de vida, lo viviré como dios manda! Y así vivieron felices y comieron perdices.





Carlota 1º ESO A

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